sábado, 24 de julio de 2010

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Después de unas cervezas, un escondite al que jugamos sin ser críos y un par de películas es cuando todos duermen, (menos yo).
Siento la nicotina en los labios, como el humo traspasa mi garganta y los millones de pensamientos que navegan por esta estúpida cabeza.
Mientras, el amanecer entra por las ventanas, puede apreciarse el frío de una nueva mañana. Mis manos derraman lo leído. Lloran lágrimas mudas.
Cómo duelen los contratiempos y todo lo que desordenan...